in

BarbaRoja, viento en popa

Antonio Mastroianni, su propietario, mostró las nuevas instalaciones que le permitirán multiplicar la producción, y narró la historia de una cerveza que invita a ser tomada.

Los comienzos siempre suelen ser arduos. Antonio Mastroianni y su cervecería BarbaRoja no fueron la excepción. Durante seis años fue madurando la idea de montar una empresa cervecera, y en ese lapso de tiempo recorrió buena parte de Europa e hizo mil consultas diferentes. Hasta que se decidió, justo en el fatídico 2001, cuando el modelo económico estalló por los aires y la debilidad institucional se hizo más evidente. Sin embargo, contra viento y marea BarbaRoja siguió navegando, hasta llegar a buen puerto.

Cuenta Mastroianni que comenzó elaborando cinco estilos, con una producción de 7 mil litros mensuales. Hoy, mientras nos guía por las nuevas instalaciones que ampliarán la producción hasta 50 mil litros por mes, no puede dejar de sentir cierto orgullo. La empresa creció, ganó mercados y además diversificó la oferta. Pero no todo es cerveza.

El predio de Escobar, lugar donde está ubicada la empresa, tiene dos hectáreas en la que se encuentran, además, un restaurant, un parque cubierto de tallas en madera, y un complejo de cabañas que invitan a quedarse.

«Al comienzo pagamos mucho por el know-how (el conocimiento) para hacer cerveza. Trajimos durante un tiempo a un maestro cervecero de la República Checa que trabajó con nosotros, pero se hacía todo a través de un traductor, y eso también lleva a confusión», cuenta Mastroianni, quien luego dirá que lo más difícil en este rubro no es producir, sino mantener una constante en la calidad de lo que se elabora.

Lo cierto es que los maestros europeos un día partieron y BarbaRoja siguió fabricándose con la gente que se había formado sobre la marcha, hasta convertirse en verdaderos expertos. Lo más importante ya estaba: había el conocimiento necesario y también un agua de alta calidad, fundamental para la elaboración de cerveza.

Claro que fabricar es una cosa y batallar en el mercado con serios fines comerciales es otra. Ya instalada en el ámbito de las artesanales, BarbaRoja adoptó la denominación de cerveza fina, para de alguna manera diferenciarse del resto de las artesanales que producen en instalaciones más precarias y a menor volumen, y cuya calidad a veces atenta contra el buen gusto. «Pensamos mucho esto, no somos artesanales como el que fabrica en un garage, pero tampoco Premium, una categoría que está identificada con cervezas como Iguana o Stella Artois. Entonces decidimos catalogarnos como cerveza fina», explica Antonio.

La lucha por ganar un espacio en el mercado no es sencilla, pero parece haber ahí un resquicio por donde filtrarse. «Quilmes y las otras cervezas industriales del mundo dejaron el hueco de la calidad, y por ahí entramos nosotros. En el mundo pasa eso. Las artesanales crecieron un 9,3 por ciento, mientras que las industriales sólo el 3 por ciento. El margen de crecimiento de las artesanales es mucho más amplio».

De botellas e insumos

Por el momento, Mastroianni embotella el 60 por ciento de su producción, cantidad que sale por los canales de distribución rumbo a sus clientes directos. Ampliarse es una constante. BarbaRoja se expande por el territorio nacional a paso redoblado, al punto que ya se comercializa en Ushuaia, pero también en Salta y Tucumán. Y por estos días siguen firmes las negociaciones para desembarcar en los balnearios de la costa bonaerense.

Antonio ha optado por no comercializar su producto en la modalidad cerveza tirada. «Se está bastardeando mucho todo eso porque acá todo es muy caro. Hay que entregar buenas chopperas, necesitás tanques vírgenes o barriles para no usar reciclado, cuidar la cadena de frío, y eso es material importado, lo que eleva los costos», explica. Por ese motivo, BarbaRoja tirada sólo se consigue en el predio de Escobar y a través de algún delivery.

Pero todavía estamos parados en el sector nuevo de la planta elaboradora. La ampliación y modernización de las instalaciones implica que a partir de ahora el calentamiento se realizará a vapor, a través de una caldera, con un sistema de cocción semiautomatizado.
La estructura permitirá seguir trabajando con el mismo número de empleados, todos bajo el mando del maestro cervecero Hernán Spilimbergo, y del ingeniero químico Julio Giordano, encargado de supervisar todo el proceso.

Las flamantes instalaciones, divididas en dos pisos, harán posible a Mastroianni llegar a los 50 mil litros mensuales ahorrando tiempo, y realizar ocho cocciones por mes. Descendemos por la escalera caracol y nos topamos con la línea de tanques originales. Más atrás se depositan las materias primas. A eso vamos. «La malta se la compramos a Cargill, aunque alguna malta caramelo también importamos -dice Mastroianni-. La levadura la traemos de Francia y Canadá, y luego la hacemos reproducir acá, mientras que el lúpulo viene generalmente de El Bolsón, aunque también compramos alguna variedad afuera para aromatizar la cerveza».

La cerveza BarbaRoja, que lleva un proceso de pasteurización como parte de su elaboración, tiene un vencimiento de un año. Cuenta Mastroianni que su proveedor en materia de botellas es la empresa Rigoleau -no podía ser otra-, que lo provee de los envases de 355 y 660 cc. Y acá viene el detalle. Desde sus inicios esta cerveza sale al mercado con una tapa de la que pende una argolla de metal -denominada tapa de arranque-, lo que permite al consumidor destaparla sin otro elemento más que sus dedos.

El parque artesanal

Elegir el nombre, allá por el 2001, no fue tarea sencilla. Había cientos de denominaciones posibles y, al menos, lo que sí tenían claro era que de ninguna manera sería bautizada en algún idioma extranjero. Pensaron, sopesaron las significaciones y terminaron eligiendo a BarbaRoja, un pirata que supo navegar los mares del Caribe y sobre quien investigaron al punto de conocer su historia por completo.

En el parque abundan las tallas en madera -piratas, buques, sirenas y animales marinos-, muchas de las cuales son árboles secos que aún tienen su raíz en tierra.

«Cuando construimos se secaron algunos de los árboles, y entonces decidí traer a un escultor de Bariloche que se especializa en este tipo de trabajos para que hiciera algo similar a lo que hay en El Bolsón. Y estuvo más de un año trabajando sobre estas obras de arte», cuenta Mastroianni.

Hasta allí, cada fin de semana, se acercan cientos de clientes. ¿Pero qué clase de bebedor de cerveza viaja hasta Escobar para probar BarbaRoja? «Hay algunos que vienen desde muy lejos, y generalmente saben de cerveza. Otros vienen porque les encanta el lugar. Tal vez dicen que no les gusta la cerveza, pero ahí le das a probar una lemon o una frutada y cambian de idea. Hay para todos los gustos».

Lejos quedó la época en la que BarbaRoja era apenas una vaga idea. Todo comenzó en algún bar de Praga, charlando con amigos, y tanto se desarrolló que hoy en día, dice Mastroianni, están en condiciones de construir una fábrica de cerveza de medianas dimensiones y entregarla llave en mano. BarbaRoja ofrece seis estilos diferentes: lager, trigo, negra, frutada, negra fuerte, winner, floral, diabla, lemon, orange y malta líquida. «La idea es no descontinuar ninguna variedad, porque siempre hay algún cliente que las está pidiendo», afirma Mastroianni.

Hacia nuevos horizontes

Los planes de la empresa no se limitan al mercado local, al punto que BarbaRoja ya desplegó sus velas y se echó a la mar detrás de nuevos horizontes comerciales. La presencia internacional es una constante. Participaron de la exposición Drinktech, un evento que se realiza en Alemania cada cuatro años, junto al Oktoberfest, y van por más. Hace poco Mastroianni puso un pie en México, con la seria intención de encontrar compradores para BarbaRoja.

«La intención es exportar -remarca-. La idea es siempre seguir creciendo. Lo ideal es exportar a contenedor cerrado, y el más chico es de 20 pies. Se pueden enviar hasta 20.000 botellas en uno de ese tamaño, aunque si se mandan paletizadas entran menos». Ex importador de herramientas, para Mastroianni los trámites aduaneros no son ningún misterio, como tampoco los documentos que se necesitan para asegurarse el cobro. Aunque aclara, a manera de consejo: «Nada es mejor que negociar cara a cara. Hay que saber a quién se le vende para cuidar la marca».

Un Comentario

Responder

One Ping

  1. Pingback:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

El bar-móvil de Quilmes

República Checa Campeón